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32. Pequeña abejita

Este es un fanfic sin fines de lucro, algunos personajes pertenecen a Kohei Horikoshi, pero la historia es de mi propiedad.


Izuku fue enviado a limpiar el ala uno y se marchó del ala cuatro.

Esperaba poder encontrarse con Sushi-san, pero por desgracia no alcanzó a verlo.


Para regresar al ala uno debía cruzar por la dos y no era algo que le agradara mucho.


Mientras caminaba por las celdas intentando ubicarse, vio al chico eléctrico de cabello amarillo vivo correr cerca de él.


—¡Midoriya!, que bueno que te encuentro— Kaminari se detuvo frente a él, tenía la respiración entrecortada, parecía haber estado huyendo de alguien o de algo.


—Hola...


—Toma esto— le dijo mientras le entregaba un aparato extraño con discreción —¿lo quieres?, es un paralizador, te lo regalo. Solo no dejes que Monoma lo encuentre.


—¿Quién es Monoma?


—Lo cargué yo mismo con mi electricidad, así que está lleno. Escóndelo muy bien.


—Pero... Kaminari-san...


—¡Adiós!


Kaminari salió corriendo a toda velocidad, dejando al chico de pecas bastante confundido.


Escondió él paralizador entre su ropa, teniendo cuidado de no activarlo.


Poco después, un chico rubio con ojos grises pasó corriendo frente a él y le preguntó por Kaminari, a lo que Izuku no respondió nada.


"¿Entonces él era Monoma?"


Ahora ya conocía el nombre de otro preso del ala dos, contando a Kaminari y a Sero, únicamente conocía a tres de los cientos de reclusos de esa ala.


El peliverde se dispuso a avanzar y hacer su labor, pero un trozo de cinta ató su muñeca y lo agarró de repente.


—No tan rápido, Midoriya— esa era la voz de Sero.


De inmediato se tensó; el ala dos le ponía los nervios de punta y le causaba mucho miedo, no podía estar tranquilo y menos ahora.


—No te haré daño, caray, deja de temblar.


Sero se acercó a él y desprendió las cintas que atoraban sus muñecas.


—No sé si es porque tienes una suerte increíblemente buena o que, pero se que has sobrevivido a bastantes dificultades.


—S-Sí...


—En fin, solo quería preguntarte algo. ¿Haces encargos?, porque hay algo en lo que solo tú puedes ayudarme y estoy dispuesto a darte una gran cantidad a cambio.


Aquella propuesta logró capturar su atención. Nadie le daba encargos, solo Bakugou y eso porque él se lo pidió, así que pensó que no sería mala idea aceptar.


—¿Qué es?


Sero le sonrió.


—En este mismo instante, Todoroki se encuentra en una celda de retención en el ala cinco y no saldrá de ahí para nada.

En la mañana yo estaba muy feliz por la vida, quería adueñarme del almacén que seguro conoces bien, pero estaba cerrado con llave.


—¿Y que tengo que ver con eso?— preguntó asustado.


—Seguro Todoroki tiene la llave, él no era de esos que dejaba las llaves en su celda, sé que siempre las llevaba consigo. Lo que quiero es que me acompañes a la celda del loco y hagamos un plan para sacarle las llaves y así yo podré quedarme con su almacén.


—Ah...


—Te daré un muy buen pago, eso puedo prometerlo.


La respuesta era evidente, no se detuvo a pensarlo antes de hablar.


—No... no, no quiero hacerlo.


—Entiendo que él te dejó bastante mal, pero... ¿no crees que sería una gran oportunidad de perder el miedo que le tienes?, sería algo así como una terapia de choque.


—No. Y-Yo... no quiero volver a verlo nunca más, él me hizo cosas horribles. Si nos volvemos a encontrar yo no sé cómo vaya a reaccionar y, ¿qué haré si me vuelve a atrapar? Es como un suicidio...


"Volver con Todoroki no es una opción. No quiero volver a verlo nunca más"


—Ah, entiendo. Pero si algún día cambias de opinión y yo no he conseguido las llaves, entonces no dudes en llamarme.



Asintió y se marchó lo más rápido de pudo de regreso al ala uno.



Al volver, solo se dedicó a trapear pisos, también le dedicó tiempo a la limpieza de su celda.

Quitar el óxido de los barrotes era más fácil de lo que parecía.


Un poco antes de la hora de la comida, Izuku fue mandado a limpiar en las celdas de aislamiento.


Se paseaba con su trapeador frente a la puerta metálica de la celda en donde Bakugou se encontraba.


Quería acercarse y hablar con el rubio, pero sabía que no debía hacerlo.


"No te acerques, Izuku. No debo molestarlo más... porque un fracasado como yo no tiene el derecho de acercársele..."


A una distancia tan corta le era difícil controlarse, pero pudo hacerlo.


Sabía que Bakugou, el nuevo líder de la prisión, se encontraba retenido en un cuarto completamente oscuro y vacío, con la incógnita de no saber cuando comería y con la espalda terriblemente lastimada, pero ya se había hecho a la idea de que no volvería a ayudarlo porque sabía que él no quería su ayuda.


Izuku suspiró y siguió con lo suyo.


—¿De verdad no puedo hacer nada por él?, no... un inútil como yo no debería.


"No debo hacerlo, no lo tengo permitido porque... no estoy a su altura y por eso él no me deja.


No soy nadie para ayudarte... ¿cierto?"


Terminó rápido de limpiar porque su cabeza empezaba a dar vueltas y la confusión no se hacía esperar, así que se resistió al impulso de abrir.


---------


Tras haber limpiado, tuvo un tiempo para descansar en su celda.


Se acostó en el colchón tan cómodo y comenzó a planear un escondite para el paralizador que Kaminari le había entregado.


"¿La biblioteca es el mejor lugar de esta prisión?, sí"


—¿Para que perder el tiempo?— habló para sí mismo.


Se levantó rápidamente y fue hacia la biblioteca con el paralizador escondido y un poco de dinero también.


Tras pasear por pasillos vacíos, llegó a ese lugar lleno de libreros y polvo que tanto le gustaba.



Se acordó de esa vez que Bakugou le entregó el dinero por hacer ese recado en el que casi se muere.


"Ese día yo estaba... muy feliz"


Todo lo que sucedió después fue suficiente como para acabar con él y terminar de romper su corazón.


Una punzada de dolor repentina le dio en el pecho.


"De verdad pensé que lo iba a conseguir..."


—Pensé que podía ser feliz, pero me equivoqué.


Pronunciar esas palabras le causó más dolor y un pequeño sentimiento de negación también.

Era extraño, hace tiempo que no se sentía así, como negándose a algo.


Se acercó a uno de los libreros dispuesto a guardar su dinero en el reglamento del reclusorio.


Jaló el libro, pero este estaba atorado entre un cuaderno y un libro más.

Tiró con fuerza para sacarlo y terminó llevándose los objetos que estaban a los lados.


El cuaderno de pasta gruesa y el otro libro cayeron al suelo al ser jalados.


—Ah...— se quejó Izuku.


Se agachó para levantar lo que había tirado y se encontró con el cuaderno que se había abierto en la primera página.


Sin quererlo, leyó lo que estaba escrito en la primera hoja:


-Objetivo: Sueño americano-


No tardó en recordar que ese era el mismo cuaderno que utilizó para escribir sus planes para alcanzar la felicidad.


Hojeó un poco de su contenido; recordaba cómo había escrito con gran decisión todas esas palabras.


-Primero tengo que asegurar el alimento para no perder mis fuerzas- Leyó lo que decía la libreta.


-Luego tendré que conseguir a alguien que pueda darme dinero a cambio de algún trabajo-


-Si pudiera encontrar una manera de defenderme todo sería más fácil-


—Antes todo parecía mucho más fácil.


"Creí que podría hacerlo, de verdad... ¡me hubiera encantado lograrlo!, pero..."


Se sintió aún peor.


Leyó todas las palabras que había en ese cuaderno, todas y cada una de las letras estaban cargadas de esperanza, pero el Izuku de ahora creía haberla perdido por completo.


"—Estoy segura de que tú puedes seguir adelante—"


Las palabras de Sasaki brotaron de repente y volvieron a repetirse una y otra vez en su mente.


"—Por muy difícil que sea la situación, un hombre debe superarla y salir adelante—"


También lo que le había dicho Kirishima parecía hacer eco en él.


"Tal vez puedo..." ese pensamiento fue demasiado fugaz, porque la casi imperceptible llama de esperanza que lo acompañó se apagó demasiado rápido.


"No... no puedo hacer nada"


¿Qué era capaz de hacer?, ¿qué tan lejos podría llegar para su bienestar personal?, ¿cómo le haría para sobrevivir en un lugar así?


Sus sentimientos de frustración y tristeza parecían amontonarse con un pequeño fragmento de esperanza.


















『Pequeña abejita, vuela alto.


Sobre esa gran pared, ve a hacia afuera.


Vuela lejos hacia el cielo y deja salir tú voz.


Vuela con todas tus fuerzas para alcanzar aquello que tanto anhelas.


Usa tus pequeñas, pequeñas y translúcidas alas... antes de que te las corten,

y con tu dorado aguijón...


Protégete



• • •



"No puedo salir de aquí", suspiro.


"Nadie cree en mi inocencia", contengo mis lágrimas.


La larga sombra me encierra.


En un lugar sin salida, nos arrastramos en sus alrededores, rayando el suelo... perdiéndonos.


Pero frente a mis ojos aparecen las ardientes luces ámbar...




Pequeña abejita, vuela alto.


Sobre esta pared, ve hacia afuera.


Ilumina el camino y dale luz a la oscuridad.


Valiente.


Gallardo.


Reúne la miel y llévala a tu panal.



• • •


"Quisiera reunir el valor para poder seguir"


"Me gustaría estar más cerca de ti"


esas son mis súplicas... pero las luces arden en mi piel y me dañan con su calor』












Acomodó las verduras en el plato encima de la charola y luego puso un trozo de carne a un lado.

Otra vez le tocaba servir la comida que sería para cierto rubio.


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Había pasado un tiempo que no preparaba una de esas loncheras, pero aún recordaba con que ingredientes le gustaban a su hijo...



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Después de la carne, le siguió una bolsa con empanadas, las cuales estaban recién hechas.


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Sirvió una porción de bolas de arroz que había rellenado con salmón. Siguió con las verduras, desde zanahoria hasta guisantes.


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Pensó que sería buena idea poner un trozo de carne más, porque seguro le daría mucha hambre.


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Preparó su receta de Katsudon especial, esa que siempre le preparaba en su cumpleaños.


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Sirvió el vaso con agua y por último agregó fideos al plato que después cubrió con el cubreplatos.



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Acomodó todos los recipientes con tapa, uno encima de otro y los envolvió con la manta para obentos.


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Iba a entregar la charola, pero olvidó algo importante...


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Destapó el obento porque se le había olvidado lo más importante...


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Agregó una leche de chocolate, la cual acomodó cariñosamente al lado de los otros alimentos.


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"Espero que tengas suerte, Bakugou-kun"


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"Espero poder alcanzar a Sasaki-chan"



Inko Midoriya salió de su hogar con un obento en las manos, dispuesta a entregar la comida a su hijo Izuku, quién estaba arrestado en el reclusorio Fuchu.



Acompañada de Sasaki Kanazawa, quién le hizo el favor de llevarla en el auto de su padre.


Fue un viaje largo, pues él reformatorio estaba ubicado en las afueras de la ciudad.


—Izuku se va a poner muy feliz en cuanto la vea, estoy segura.


Inko tenía muchas ganas de ver a su hijo, pero por otro lado no quería verlo.


Desde el juicio del muchacho, había estado siendo despreciable, pero en ese entonces no había sabido que hacer, como reaccionar o que decir.

Las personas la llevaron a aceptar que su hijo era un asesino.


Había hecho cosas imperdonables, llegó a pensar lo peor y... mientras se encontraba sentada en el asiento del copiloto, se arrepentía de no haber hecho su deber como madre de Izuku.


El viaje siguió hasta que por fin llegaron al reclusorio.


En un principio no la dejaron entrar con la comida. Un guardia le dijo que era parte del reglamento de las visitas.


—Solo es comida, pueden revisarla para cerciorarse— dijo Inko


—Son las reglas, no puedo dejarla pasar a ver al recluso con alimentos. Puede dejarlos aquí y entrar.


—Pero los hizo para él, ¿no hay alguna forma de que me deje entrar?, por favor, solo revíselos— insistió Sasaki, a lo que el guardia negó con la cabeza.


—Lo siento, entran sin alimentos o no entran.


Inko suspiró, frustrada y se resignó.


—Dejaré la comida aquí.



De pronto un hombre vestido con traje, bien presentable y arreglado, caminó a un lado de ellas siendo acompañado por un adolescente de cabello negro, el cual parecía estarle insistiendo algo.


—¿Cuántas veces tengo que decirte que no?, no vas a entrar a visitar a ese chico y si sigues insistiendo con eso...— sus palabras se vieron interrumpidas porque su mirada se topó con Inko, quién esperaba parada frente al recibidor.


La reconoció al instante, no había manera de que se olvidara de su rostro.


—¿En donde dejo la lonchera?— preguntó la mujer de cabello verde un poco desganada.


El hombre de traje ignoró a su insistente acompañante y se acercó a Inko.


—¿Hay algún problema?— le preguntó al guardia.


—Solo queríamos llevarle esta comida a quien vinimos a visitar, pero nos dicen que no podemos porque es parte del reglamento— explicó Sasaki


—Mmm... ¿y si hacemos una excepción por hoy, Sora?— le preguntó al guardia.


—Señor Sato, no estoy seguro de que sea una buena idea...


—Usted es la madre de Izuku Midoriya, ¿verdad?


Inko asintió.


—Vamos, déjala pasar, Sora. Yo me haré responsable— sonrió y miró a la mujer —No hay de qué preocuparse.


Sora accedió a dejarlas entrar con la comida.


—Muchas gracias— Inko y Sasaki agradecieron con una reverencia.


—No le lo agradezcan, todo es por una madre preocupada por su hijo.


Ambas se retiraron hacia el interior de la cárcel, mientras el hombre del traje recibía una mirada furtiva de quién lo acompañaba.


—Las dejaste entrar.


—Sí y tú no entrarás.



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Izuku caminaba, nuevamente con esposas en las muñecas.


Sora le dijo que tenía visita y eso lo había hecho bastante feliz. Sabía que Sasaki había regresado, justo como le dijo.


"Me gustaría preguntarle algunas cosas, es un alivio que haya vuelto"



Siguió al guardia hacia las pequeña cabinas.

Estaba impaciente por saludar a la pelirrosa.


Izuku entró a la habitación después de que las esposas le fueran quitadas y se quedó congelado al ver quien lo esperaba.


Observó y parpadeó varias veces, solo para cerciorarse de que no fuera una alucinación.


—¿Ma-má?


Su progenitora estaba parada justo frente a él.


La mujer que le dio la vida, la misma que no había visto desde hace tanto tiempo y amaba quizá más que a su propia vida... estaba ahí... parecía cansada y tenía una gran expresión de sorpresa en su rostro.


Izuku exploró todas sus facciones, una por una, solo para convencerse a sí mismo de que de verdad era su madre.


—Mamá...


De inmediato se lanzó a correr lo más rápido que pudo hacia ella.


—¡Mamá!


Fue a abrazarla, con todas sus fuerzas.


Incluso si sus brazos le dolían por tanto trabajo, incluso si sus piernas temblaban, no dudó en darle un gran abrazo.


—¡Estás aquí!— exclamó feliz.


Tanta alegría se le escapaba en forma de lágrimas.


—¡Mamá!— dijo una vez más —¡Te extrañé tanto!, no te imaginas cuanto...


—Izuku...


La voz de su amado hijo llamándola otra vez.

El chico tenía un parche en la cara y a su mano le faltaban un par de dedos.


Izuku Midoriya se veía completamente diferente.


—Yo no lo hice— dijo con la voz ronca —Perdóname... no fui capaz de defender mi inocencia, no fui capaz de defenderme.


Su voz temblorosa, sus partes faltantes y esa mirada llena de dolor y desolación... ¿ese era su hijo?, ¿su pequeño Izuku... al que cuidó y crió con amor, esperando que nunca le faltara nada?


—Perdóname, mamá.



¿Por qué si era su madre no hizo algo por él antes?

Había estado sufriendo la discriminación y abusos leves por parte de otras personas. Todos la acusaban de ser la madre de una persona indeseble y ella nunca se detuvo a pensar en Izuku como inocente, pero ahora lo veía todo con claridad.


Ese chico que tenía en sus brazos no había hecho nada malo, lo malo se lo habían hecho a él.


Inko no se esforzó en contener el llanto que salía por su garganta, ni las lágrimas que brotaban por sus ojos.


¿Qué le habían hecho a su pequeño?, ¿qué clase de personas tan crueles se atreverían a dejarlo así?


Se sintió como la peor madre del mundo. Mientras que su hijo se quedaba solo en una fría celda, ella negaba ser su madre... había cometido el peor error de su vida.


—¿Me crees...? mamá... ¿aun puedes creer en mi inocencia?


Su corazón se partió en mil pedazos cuando su abrazo de deshizo e Izuku la miró a los ojos... porque su mirada parecía brillar al observarla.


—Izuku Midoriya es inocente— dijo Sasaki —Es evidente, Inko-san...


Inko asintió, llenando a Izuku de la más pura y agradable felicidad.


"Me cree... mamá cree en mí"


Esa pequeña acción lo había llenado de esperanza.


—Muchas gracias por venir a verme... de verdad lo necesitaba...


Su madre se acercó para abrazarlo y llorar en sus hombros con todas sus fuerzas.


—Lo siento mucho, Izuku. Lo siento...




—Te amo, Izuku...— Después de todo lo que había sufrido ya no quería seguir viviendo, pero se dio cuenta de que sólo necesitaba escuchar esa palabras una vez más y podría continuar.


Si la persona más importante para él lo abrazaba, entonces todo estaría bien.



『Pequeña abejita...


Vuela alto』



—Por favor, perdóname...



"Pero... mamá... no hay nada que perdonar..."



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