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20. Noches en el ala cuatro

Disclaimer: Este es un fanfic sin fines de lucro, la mayoría de personajes pertenecen a Kohei Horikoshi, pero la historia es de mi propiedad.

Al despertar, Izuku se encontró a Bakugou durmiendo en la cama de al lado.

El sol ya asomaba por la ventana, demostrando un día más encerrado en ese infierno.

Se quedó mirando a Bakugou, recordando que él lo ayudó ayer en la noche.

Aún seguía confundido tras haber experimentado todas esas emociones fuertes, no sabía dónde estaba, ni quién era aquel hombre pescado. Lo único que era seguro para él, era ese desgarrador dolor que sentía a cada segundo que pasaba, como si las horas fuesen infinitas y estuvieran llenas de sufrimiento.

Se sentía como si su simple existencia fuera una tortura sin descanso... pero extrañamente, mirar el enojado rostro de Bakugou o tan solo sentir su presencia, lograba aligerar esa pesada carga de dolor.

Izuku no era del todo consciente, pero Bakugou se había convertido en un reflejo de esperanza para él.

Al notar la tranquilidad del momento, Izuku se echó a dormir un rato más.


______________


—Midoriya, despierta— le habló Sushi-san —Es hora de que te tomes tu medicina.

Se levantó con pesar, pero inmediatamente volvió a tirarse en el colchón por un repentino dolor en la espalda.

—¿Vas a flojear?

—Izuku Midoriya, levántate, tienes que tomarte tu analgésico— le dijo el doctor Shun en un tono más rudo.

Basta con alzar levemente la voz para hacerlo obedecer, en el ala uno siempre era así.

Se levantó y recibió un vaso con agua y pastillas, las cuales se tomó sin rechistar.

Luego se percató de que Bakugou ya no estaba y sintió miedo.

—¿Estás en condiciones para tomar un baño por tu cuenta?— le preguntó Sushi-san, a lo que asintió con la cabeza.

Aún no hablaba, pero podía responder preguntas de sí o no y eso era un avance importante.

_________________

Cuando llegó la hora de lavar su cuerpo, Izuku sintió todavía más miedo.

Cualquier ruido que escuchara lo relacionaba a que algo malo iba a suceder.

Seguro Yamato aparecería en cualquier momento, quizá Todoroki lo atacaría en ese mismo instante.

Con las manos temblorosas y hecho un manojo de nervios, Izuku se quitó el parche  de la cara y lo dejó en el borde de un lavabo.

Estaba en un cubículo de baño privado, de esos que solo hay en el ala cuatro, por lo que tenía todo ese baño solo para él, sin hombres observándolo, sin manos tocándolo en todos lados.

Retiró el vendaje de su brazo, revelando la falta de dedos y piel.

El tejido muscular que asomaba por su antebrazo estaba envuelto en una especie de venda plástica transparente; incluso si ya no había tanto ardor, era horrible para él presenciar su propio brazo luego de tal mutilación.

Su mano con solo tres dedos le causaba escalofríos, pues aún podía sentir sus extremidades aunque ya no las tenía.

Abrió las llaves para dejar salir el agua. Estaba acostumbrado al agua fría, pero ahora tenía la oportunidad de darse un baño con agua a buena temperatura.

Era una sensación tan reconfortante... la del agua tibia cayendo poco a poco sobre su cuerpo, atrapando toda su piel y llenando de calidez todas sus cicatrices.

Sentía sucuerpo sumamente pesado y con la mano buena se aferraba a la pared.

Movió levemente su torso y pelvis, lo que provocó se sintiera como algo pegajoso se movía dentro de él.

Ya sabía lo que era; ya había tenido esperma en todas partes, no era la primera vez.

Metió sus propios dedos y empezó a sacar todo. Le resultó doloroso rozar sus propias paredes, pues estas se encontraban irritadas y lastimadas por tanto contacto.

Entre los restos de semen también encontró un poco de sangre, la cual limpió con agua.

Procedió a lavar su cabello.

La parte más difícil fue tallar su cuerpo, pues las quemaduras y cortadas seguían doliendo.

Cuando por fin terminó, cerró las llaves, envuelto en el silencio de la habitación, tomó una toalla cercana y con dificultad envolvió su cuerpo en la misma.

Se observó con más detenimiento, él era un montón de cortadas, cicatrices, quemaduras y moretones.

De pies a cabeza, su cuerpo entero era una representación del maltrato.

Dentro de ese cubiculo, el decaído Izuku se echó al suelo y cayó en sus rodillas. Se lastimó un poco, pero no le dio importancia, su mente aún seguía en un ligero trance que no lo dejaba ni hablar.

Quizá empezó a llorar porque se sentía roto, quizá su llanto era porque su autoestima estaba perdida, tal vez lloraba por la muerte de su amigo, incluso podría estar llorando por haber sido violado una vez más... o quizá lloraba porque la muerte parecía ser su única opción.


---


Cuando salió de las duchas traía una bata blanca puesta.

En la entrada que daba hacia los cubiculos se había encontrado con cierto chico rubio, despeinado y de penetrantes ojos carmín, quien parecía haber salido de bañarse también.

—Bakugou— su voz pudo pronunciar su nombre, luego de mucho tiempo con la garganta muda.

—¿En dónde está el pescado?

Comprendió que se trataba de quién lo había estado ayudando últimamente. Con su dedo índice de la mano derecha señaló hacia afuera de los baños, lejos de los cubiculos.

—Ah, entiendo.

Ambos se fueron caminando. Bakugou llevaba la delantera, pues Izuku aún no podía caminar del todo bien y tenía que aferrarse a las paredes.

En medio del pasillo se toparon con una de las personas que Izuku menos quería ver. Un par de ojos azules y cabello castaño, era Yamato. Tenía el hombro herido gracias a Bakugou, pero no era tan grave como para que tuviera que quedarse en cama.

—Hola, Midoriya— lo saludó con una sonrisa pícara.

En un impulso de protegerse, el peliverde de pecas se apresuró a alcanzar a Bakugou y se escondió detrás de él, mostrando lo vulnerable e indefenso que era.

Resguardado en la espalda de su compañero de celda, sus manos temblaban por el miedo.

Fue empujado por Bakugou con desprecio y cayó al piso sin poder evitarlo.

Yamato pasó de largo al ver la expresión en el rostro del rubio, no quería que le calcinara la piel del hombro.

Incluso después de haber recibido aquel empujón, Izuku se sintió aliviado, pues parecía que Yamato le temía a Bakugou.


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El día transcurrió sin que Izuku ingiriera alimento alguno, las horas corrían mientras toda su atención estaba perdida en las plantas del patio de receso.

Bakugou también se encontraba en ese mismo patio, en la banca de al lado  leyendo un manga con zombis en la portada.

Un borroso recuerdo de la vez que estuvo con el rubio en la biblioteca pasó por su mente de forma fugaz.

Aquel dolor en el pecho pareció pausarse por un micro segundo.

Un vago pero agradable recuerdo...

"Bakugou... también me gusta My zombie academia..." pensó Izuku.

La tarde transcurrió, el peliverde no hizo nada más que mirar a Bakugou de reojo de vez en cuando y perder la vista en una que otra abeja que volaba por el patio.


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La noche cayó. Esta vez Izuku bebió de un vaso con leche y comió unas cuantas galletas de avena.

El estómago le había pedido comida con gran insistencia, por lo que se dejó llevar. Nadie lo castigó por comer, pero él seguía creyendo que lo castigarían, tal vez mañana.

Ya se encontraban solo en el cuarto, con las luces apagadas y los nervios hasta arriba.

El miedo lo estaba matando, sabía que Yamato podría entrar en cualquier momento, incluso... Todoroki.

Izuku se esforzó en dormir, lo intentó con fuerza, pero la ansiedad le causaba insomnio.


***


Tras un rato de silencio, la puerta se abrió.

Un rechinido repentino le puso la piel de gallina.

Izuku tragó saliva y observó como la misteriosa figura entraba en la habitación. Cuando estuvo más cerca pudo ver mejor, era la silueta que conocía bien.

—¿Ba-kugou?— preguntó

—Escoria, que sorpresa que no estás llorando. Me evitas la fatiga de golpearte hasta que te desmayes.

Se sintió aliviado al escuchar los insultos de Bakugou y al ver cómo se acostaba en la cama de al lado.

Con calma, Izuku se acomodó en la cama y se acurrucó en las cobijas.

—Buenas noches...— le dijo al rubio, obteniendo silencio como respuesta.

El peliverde se concentró en dormir. Tenía el presentimiento de que Bakugou no se dormía hasta que él no lo hiciera y eso le permitió dormir tranquilo

Yamato y Todoroki no aparecerían si Bakugou estaba cerca. Que gran alivio.


_________________________


Así comenzaron sus noches en el ala cuatro.

—Buenas noches...

Siempre deseándole las buenas noches, obteniendo silencio de su parte.

Izuku permaneció varios días sin hablar, pero todas las noches sin falta le dedicaba un par de palabras al rubio.

Con Bakugou durmiendo cerca se sentía sumamente aliviado, quizá hasta protegido.

Todo era miedo y preocupación hasta que el rubio aparecía.


___________________________


Una noche, la ventana del cuarto daba más luz de lo normal.

Había un silencio increíble, ni siquiera los grillos se dedicaban a acabar levemente con la tranquilidad, y eso estaba bien porque Bakugou siempre se quejaba de los grillos y las cigarras nocturnas.

Izuku no podía dormir, aún con el rubio cerca. El sueño no quería llegar a él, por mucho que lo intentara.

Se levantó de la cama, hacía frío, pero podía aguantarlo.

Caminó lentamente, aferrándose hacia lo que encontrara para ayudar su caminar.

Probablemente fue llamado por la luz de la ventana, porque lo primero que hizo fue caminar hasta ella.

Con cuidado abrió las cortinas y se asomó hacia él transparente vidrio.

Era una ventana similar a las que había en su casa, de cristal, pero está también tenía barrotes.

Con su manga del brazo derecho quitó un poco del vapor que se acumulaba en el vidrio y pudo asomarse por el espacio transparente. Daba hacia fuera de la prisión.

Fuchu estaba apartado de la ciudad, lejos de los hogares de las personas comunes y corrientes.

Izuku esperaba encontrarse con un paisaje de ciudad, incluso desde la lejanía, tenía ganas de verlo; sin embargo lo que encontró resultó ser  también un bello paisaje.

Estaban en medio de la nada, por lo que el suelo era puro pasto, verde y abundante.

Era una agradable noche de campo, tranquila y llena de estrellas.

—Si pudiera estar afuera para ver mejor...— susurró

Intentó contar todos los pequeños puntos blancos, pero perdía la cuenta y empezaba otra vez.

Izuku se perdió, una vez más se encontraba perdido, pero esta vez en las estrellas.

Era una vista tan hermosa que no quería dejar de verla.

—¿Qué estás haciendo?— la voz de Bakugou le habló de repente, provocando que saltara del susto.

Se giró hacia él y lo vio acercarse hacia la ventana.

—¿Planeas estar aquí toda la noche, mirando como estúpido?

—Mmm... — Izuku abrió las cortinas completamente, permitiendo que la gran ventana permitiera ver el paisaje nocturno del exterior.

—Sí...

Izuku señaló hacia el cielo con su dedo índice.

—Las estrellas...— se quedó mirando fijamente, con una expresión tranquila.

El ojo restante del chico parecía brillar, pero realmente era el reflejo de las estrellas en su mirada lo que lo hacía ver así.

—No quiero dejar de mirarlas.

Posó sus tres dedos sobre el vidrio, sintiendo lo frío de este.

Realmente las estrellas estaban lejos, muy muy lejos de él y no le bastaría con extender el brazo para tocarlas.

Paseó las yemas de sus dedos lentamente por el translúcido panel.

—Me siento diferente... hace tanto que no me sentía así...

Su cuerpo lucía cansado, las piernas se le tambaleaban un poco.

Sus labios no se curvaban en una sonrisa porque no podían, y su ojo había comenzado a lagrimear un poco, pero juntó la poca fuerza que aún le quedaba para poder ver ese relajante panorama de estrellas.

Bakugou sabía que Izuku solo sufriría mientras estuviera vivo, sabía que siempre lo pisotearían, que lo embarrarían en su propia mierda y se regocijarían en sus lágrimas. Lo sabía, siempre lo supo, desde que se enteró de su existencia, desde que sus ojos se encontraron por primera vez.

Sabía que aquella mano sin dedos no podría alcanzar las estrellas.

Sabía que esa pequeña abejita nunca podría regresar a la miel de su panal.


Y dentro de él era tan frío, que aquello ya no le causaba ninguna emoción.

Mientras que Izuku era todo lo contrario, pues con esa persona y ese lugar... sentía una reconfortante calidez.

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