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15. Hipotermia

Disclaimer: Este es un fanfic sin fines de lucro, algunos personajes pertenecen de Kohei Horikoshi, pero la historia es de mi propiedad.


Izuku soltó un gemido causado por la repentina sensación en su piel de un par de manos tocando su pecho.

—Maldito Midoriya, tu piel está fría, como si estuvieras muerto— le dijo aquel hombre luego de darle un par de caricias a su vientre y sentir el frío de sus poros.

La respiración del pecoso se hacía cada vez más y más pesada, incluso se tornaba blanca. El frío le calaba los huesos horriblemente y el agua fría de la regadera le entumía el cuerpo.

—Bueno, al menos tú trasero está caliente.

Tras decir eso, el hombre metió sin cuidado su erecto miembro en la cavidad anal del peliverde, este sintió como su interior era forzado a abrirse por la intromisión de la suave y gruesa punta de aquel glande tan desagradable.

—¡Ah!— un empujón final y ya estaba completamente dentro.

—Mira que fácil entró. ¿A cuántos has tenido aquí ya?, eres una zorra, Midoriya.

Comenzó a mover sus caderas contra la pelvis de Izuku para así penetrarlo.. 

—¡N-No...! ¡N-No quiero!— lloró.

La cabeza lo golpeaba con fuerza y por mucho que quisiera negarlo, sentía placer. Pero éste iba acompañado de una intensa ola de repulsión, remordimiento y dolor.

El hombre tatuado y de cabello rubio que estaba abusando de él, levantaba sus piernas y las presionaba con fuerza para impulsarse.

El pobre Izuku había sufrido dos violaciones y un terrible acoso sexual desde que entró. Lastimosamente, le habían profanado hasta el más íntimo rincón de su cuerpo y poco a poco su cuerpo se acostumbraba.

El placer que sentía cada vez que era abusado le provocaba una terrible sensación de asco y ganas de llorar. Por muy bien que se sintiera, nunca podría disfrutar de algo así. Rogaba porque se detuviera.

Solo bastó con un poco de esperma en su rostro y su interior lleno para que lo dejara ir.

Una vez que se encontró solo, limpió con un poco de agua fría los restos de la pegajosa esencia que le habían dejado al venirse dentro de él.

Se secó apropiadamente el cabello y todo el cuerpo para vestirse y salir hacia el comedor.


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Toda el ala uno se había enterado de la gran hazaña del peliverde en el ala tres, por lo que no tardó en atraer la mirada de los demás cuando entró al comedor.

—Oye, pequeño brócoli, ¡ven a sentarte con nosotros!— el peli castaño no tardó en llamarlo.

Izuku recibió su charola sin apartar la mirada al puré de papa de su plato y se dirigió hacia la mesa de sus acosadores reprimiendo sus ganas de llorar.

—¿Fuiste al ala tres, eh, Izuku?— le preguntó uno de los presos que estaba sentado a su lado.

"No pronuncies mi nombre..."

—Sí— dijo fríamente.

—Y, ¿que fuiste a hacer allá, Brócoli?— le preguntó el castaño mientras le daba un pellizcón en la mejilla.

—S-Solo me perdí... no sé cómo fui a dar para allá...

—¿Y qué hiciste para sobrevivir?

—U-Un chico del ala cinco me ayudó a salir...— tal interrogatorio lo estaba poniendo nervioso.

—Vaya, ¿en serio!, ¿quién era?

—K-Kirishima...

—¿Él no era el líder del ala cinco?

—Sí, escuché por ahí que se había enfrentado a Tomura y había salido bien.

Todos hablaban sobre Tomura y Kirishima mientras Izuku permanecía sentado al lado del hombre castaño, quien lo rodeaba con sus brazos para que no se fuera.

Su charola con comida aún estaba ahí, el puré de papa lo llamaba con devoción y a Izuku se le antojaba tanto. Se atrevió a tomar la cuchara y dar un bocado a la espesa masa fría.

"Es delicioso" 

Lo saboreaba con su lengua. Ese puré era como la mayor gloria de su mundo.

Sin embargo su charola fue arrebata por el castaño, quien la apartó de él con total naturalidad.

"Está bien, pueden comerse mi comida porque Kaname-san me ayudará"

Se sentía orgulloso de sus planes de superación, por lo que le restó importancia a las acciones de ese hombre e intentó olvidar lo ocurrido en los baños.


 

Limpiar ventanas, encerar pisos, preparar bistec para los demás y ayudar en la enfermería eran sus nuevas labores.

Por suerte no lo habían puesto a arreglar las tuberías.

Izuku hablaba con Shinso mientras trapeaba el piso.

—Kirishima-san es una gran persona, además era muy fuerte. Tenía una gran particularidad y mucho potencial para ayudar... apuesto a que sería un gran héroe.

"Me pregunto ¿por qué alguien tan bueno como él estará en este lugar?"

—¿Un héroe?, dile eso a alguien aquí y estoy seguro de que te matarán.

—Ya lo sé...

Hace unos meses en la noche de películas había aprendido que no debía hablar de All Might, pero estaba seguro de que Kirishima no se molestaría si le decía algo así.

—¿Hiciste algo para que Bakugou aceptara darte un recado?

—Solo se lo pedí...

Shinso soltó un suspiro.

—Estás en la mira de Bakugou. Deberías tener más cuidado.

—¿Ah?

—No es posible que seas tan estúpido como para no darte cuenta.

—No es así. Yo sé que él es peligroso, pero necesitaba el dinero.

Por supuesto que Bakugou despertaba su curiosidad y también le daba miedo.

Quería conocer mucho sobre su compañero de celda, empezando por la razón por la cual accedió a hacer tratos con él.

—Supongo que debió de haber tenido algún motivo en especial para hacer tratos conmigo.

"Tal vez su intención era matarme..."

—Eso es obvio.

La sonrisa de sádico tan típica de él no le daba confianza, pero en ese momento, eso era lo que menos importaba.

—Él me dio un pago muy bueno solo por ese trabajo y estoy vivo, así que puedo estar tranquilo.

—¿En serio?

—Sí.

Shinso lo miró extrañado.


 

[Una de las épocas más difíciles para todos los presos de este reclusorio era el invierno. Sus delgados uniformes y las sábanas que les entregaban no servían para quitarles el frío.

Las ventanas sin vidrio permitían que el frío y la nieve entraran sin poder detenerlos]


Izuku quitaba la nieve del patio de receso con una pala al igual que otros reclusos que debían su trabajo de destino.

Tiritaba de frío, pues las cortas mangas de su uniforme no le cubrían los resecos brazos con los que quitaba nieve.

—¿No te han entregado el uniforme de invierno aún?— le preguntó el chico con cabeza semejante a la de un cuervo, Izuku no estaba seguro de su nombre porque él no lo molestaba ni le hablaba, pero creía que se llamaba Tokoyami.

—No sabía que teníamos uniforme de invierno.

—Escuché que a los nuevos ya no se los están entregando, los malditos guardias quieren que nos muramos de frío para que no les demos problemas— un hombre con apariencia de reptiliano interrumpió su conversación.

"Es cierto... desde que empezó el invierno todo ha estado más tranquilo por aquí"

—Las duchas de agua fría son un problema— dijo Izuku en respuesta.

—Hay algunas con agua caliente, pero es demasiado caliente como para bañarse con ella. 

—Me he estado saltando los baños, mi piel de lagarto es muy sensible a las bajas temperaturas.

—Debería saltármelas también— por primera vez había empezado a hablar con otros reclusos y estos se veían amables. Ni el reptiliano ni Tokoyami le habían hecho nada malo antes.

—¿Por qué no le pides a Aizawa el uniforme para invierno, Midoriya?

—¿Me lo dará? No sé si sea buena idea.

—De vez en cuando nos dan chamarras extras, aunque escuché por ahí que realmente las tienes que comprar. 

—Es un negocio, al igual que la comida, reptil.

—Tal vez me compre una.

"Una vez Aizawa me entregó una sudadera verde... al final Bakugou me la arrebató"


 

Las noches eran las más terribles, especialmente si te tocaba la desgracia de dormir en el frío y rígido suelo.

Bakugou dormía mientras Izuku miraba por los barrotes de la ventana el paisaje de la nieve cayendo.

Algunos recuerdos sobre Tomura y Daisuke se colaban en su mente de vez en cuando. Sabía que no iba a poder olvidarse tan fácilmente de la experiencia que tuvo en el ala tres o de lo sucedido en los baños, pero estaba haciendo su mejor esfuerzo.

Aunque por mucho que tratara, la imagen de su amigo con el cráneo sangrando no salía de su mente por las noches.

Tanto los recuerdos horribles como los hermosos inundaban su memoria en esa fría noche de nieve.

Su amada madre... tenía muchas ganas de verla, pero sabía que ella nunca iría a visitarlo porque él le arruinó la vida. Así sucedía siempre con las familias de los criminales famosos, terminaban llenos de humillación por ser parientes de un asesino o similar.

"Incluso si yo no soy un asesino... perdóname mamá, soy tan débil que ni siquiera pude defender mi inocencia en ese entonces"

La nevada se hacía más intensa mientras las memorias del tiempo que pasó con su madre se desvanecían en la nieve.

"Tal vez si Ryuichi me hubiera matado a mi... sería Daisuke el que estaría viviendo todo esto... así está mejor, Daisuke no se lo merece"

La imagen mental de Daisuke sonriéndole se congelaba entre los barrotes.

Frotó sus heladas manos para darse un poco de calor y luego se alejó de la ventana para recostarse en su lugar, en el frío suelo.

Esta vez Bakugou dormía en la cama de abajo, porque estaba más alejado de la ventana. A veces Izuku tenía la sensación de que Bakugou no dormía y se dedicaba a observarlo hasta que por fin se iba a dormir.

Se acomodó en el piso y se hizo bolita para disminuir el frío.

Miró a su alrededor, a la penumbra de la celda; la comparaba con la oscura celda de aislamiento o con las celdas del ala tres, por supuesto que era mil veces mejor. 

Era extraño, pero cuando miraba hacia los lados y se encontraba con Bakugou, o cuando miraba hacia el exterior de los barrotes, sabía que había más personas y no se dejaba comer por la soledad. 

"Kirishima,Kaname, Tokoyami, Tetsutetsu... también está Todoroki. Ellos están encerrados al igual que yo"

Se dijo a sí mismo que, incluso si eran 'criminales', no eran tan malos. Esos chicos eran su compañía y tal vez... sus amigos.

"Todoroki-kun sería mi mejor amigo si fuéramos en preparatoria"

Se imaginó lo agradable que sería estar en la UA con Kirishima y Todoroki como sus compañeros de clase. 

"¿Bakugou también estaría? Con su fuerza seguro que sería un gran superhéroe"

También se imaginó cómo se vería con su traje de superhéroe y lo extremadamente bien que se sentiría salvar a las personas con una sonrisa; ser como Todoroki o como Kirishima que lo salvaron a él.

Sus sueño de ser un superhéroe fue lo primero que le arrebataron, seguidos por su querido amigo, su inocencia y su tan preciada libertad, pero sus anhelos no desaparecerían nunca, ni su esperanza, pues se encargaría de que esa pequeña luz no se desvaneciera ni en la más profunda oscuridad.


 

Bakugou usaba ropa para el invierno mientras intentaba dormir en la litera inferior, tapado con un par de cobijas de lana gruesas; a pesar de estar tan abrigado, el frío era tan intenso que también lo afectaba a él.

En ese gélido invierno que golpeaba con fuerza a todo el reclusorio, las ventanas sin vidrio eran la perdición para quien sea que durmiera en una celda.

Izuku dormía en el suelo y se abrazaba a él mismo para no tener frío, aunque no servía de mucho.

Sus brazos y piernas estaban hechos un hielo, causándole dolor y temblores por la algidez.

Nunca antes en su vida había visto una nevada tan penetrante como aquella que estaba sintiendo. Tan fuerte era esta que la nieve que se aglomeraba en la ventana caía hacia el interior de su celda para juntarse cerca de él.

—¿B-Bakugou?— llamó a su compañero con dificultad, dejando escapar un suspiro que se convirtió en vapor frío.

—¿Qué?— el rubio lo miró enojado, también sufría por el frío.

—¿Podrías... por favor... prestarme u-una cobija? M-Me-Me estoy mu-muri-endo de frío...

—Vete a la mierda.

—M-me due-len los brazos. No a-aguanto más... Por fa-vor, te puedo pagar si quieres...

—Cállate.

Bakugou se levantó de la cama con las cobijas envolviéndolo, luego arrancó la tapa del inodoro y la colocó en los barrotes de la ventana para que hiciera de cortina y así evitar que más nieve entrara. Tras haber hecho eso, la frialdad del cuarto disminuyó un poco.

El rubio destendió la litera superior, sacó una delgada cobija y se la lanzó a Deku.

—Si no me la devuelves, te romperé la cara. Mañana me vas a dar el dinero.

—Muchas gracias... sí, mañana te pagaré.

El rubio volvió a su cama y le dirigió una mirada a su compañero de cabellos verdes, quien había logrado disminuir el frenetismo de su temblor gracias a la cobija.

El frío permanecía, aunque en menor cantidad. 

Esa noche, ninguno de los dos logró dormir a causa de la baja temperatura que se adueñaba de sus cuerpos.

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Los presos se encontraban en el patio de receso; la mayoría tenía abrigos o uniformes de invierno.

Izuku continuaba quitando nieve cuando vio a Shinso, al hombre reptiliano y a una bufanfa y un gorro flotantes acercarse a él.

—Venimos en son de paz— le habló el reptiliano.

—¿Por qué sigues quitando nieve, Midoriya?— le preguntó Shinso.

—Solo hace mi deber como destino. Tenemos un intercambio.

Izuku soltó una risa al percatarse de que Kaname era la bufanda y el gorro flotantes. 

—Kaname-san, ¿de dónde sacaste ese gorro y esa bufanda?

—El bastardo se niega a usar ropa aunque hace tanto frío— dijo el reptiliano.

—Estoy usando ropa.

—Es solo un puto gorro y una maldita bufanda, estúpido.

—¡Shinso, cállate!— una bola de nieve flotó por el aire y luego fue arrojada con intención de golpear a Shinso, pero terminó impactando contra el reptiliano.

—¡Oye!— le arrojó otra bola de nieve en regreso.

—¡Esto es guerra, maldita lagartija!

El reptiliano y Kaname comenzaron a lanzarse bolas de nieve.

Shinso también formó una bola de nieve con sus manos y sin cambiar su inexpresivo rostro, la lanzó hacia Izuku.

—¡E-Está muy fría, Shinso!

—¡Oye! ¡Midoriya!— el reptiliano le arrojó una gran bola de nieve en la cara y lo hizo caer en la nieve.

Luego el gorro flotante y el reptiliano comenzaron una guerra de bolas de nieve; por accidente una le cayó a Bakugou en la espalda y fue a fusilarlos.

El patio de receso se convirtió en un campo de batalla helada. 

Izuku los observaba desde la esquina de los muros mientras seguía recogiendo nieve. Parecían un grupo de niños jugando a mitad del bosque, o al menos así era hasta que empezaron a apuñalarse.


 

El tiempo de receso acabó y todos los presos volvían hacia el ala uno mientras que Izuku corría para llegar a la puerta.

—¡Esperen!

Un par de presos desconocidos cerraron las puertas antes de que Izuku pudiera llegar, dejándolo afuera en medio de la nieve. Siempre fue su intención, pues querían matar al juguete sexual de la sección B solo para fastidiar.

—¡No puede ser!— comenzó a golpear la puerta con desesperación, con la esperanza de que alguien le abriera, pero nadie podía escucharlo.

"Esto está mal... si me quedo aquí hasta mañana me moriré de frío" 

—¡Abran la puerta! ¡Aún estoy aquí!

—Nadie va a abrir, niño estúpido. Nos dejaron aquí a propósito— le dijo una grave voz ronca —Así que cállate y déjame morir en paz.

Izuku volteó hacia dónde provenía la voz, encontrándose con un hombre sangrando en el suelo del otro lado del patio.

Corrió hacia él y se puso en cuclillas para hablarle.

—¿Está bien, señor?

—¿Siempre haces preguntas estúpidas? 

—Lo siento...

—No puedo creer que tenga que pasar mis últimos momentos de vida al lado de un niño estúpido.

Ese hombre había sido terriblemente apuñalado en los juegos de quién apuñaló a quien y lo habían dejado tirado en la nieve. Querían matarlo porque era un pedófilo.

Izuku se sentó a su lado y se quedó observándolo; el hombre tampoco tenía el uniforme de invierno y tiritaba del frío al igual que él.

—Vas a morirte de frío aquí conmigo, eso al menos es un consuelo.

Izuku prefirió no decir nada, solo se dedicó a observar cómo la blanca nieve se iba tiñendo de un tono carmín por la sangre.

Él no conocía a ese hombre; no era de extrañarse porque el ala uno era muy grande, pero tampoco recordaba haber visto su cara antes. Siempre estuvo tan ocupado cayendo en su propia desgracia que no se fijaba en otros.  

—Si pudiera moverme y si fueras un poco más pequeño, créeme que te estaría violando hasta los intestinos. Aunque esos imbéciles intenten matarme por eso mismo...

Ese comentario hizo que Izuku se alejara de él con una expresión de pánico en su rostro. Sabía que podía creer en las palabras de los criminales que ahí se encontraban.

También asumió que era un pederasta y por eso habían querido matarlo.

—Señor... ¿en serio no se arrepiente de lo que hizo?— le preguntó con miedo mientras se frotaba las manos.

—¿Por qué me arrepentiría? Ese niño valió la pena.

Izuku le respondió con silencio, arrepentido por preguntar. No quería hablar más con ese hombre sabiendo que podría decirle cualquier cosa.

El hombre fue perdiendo la conciencia poco a poco, mientras se regocijaba en sus enfermos recuerdos sobre sus actos de pedofilia.

Izuku jamás creyó que vería morir a alguien pensando que esa persona se lo merecía, que el mundo estaría mejor sin él.

“¿El mundo sería un mejor lugar si ciertas personas no estuvieran?”, se preguntó.

No lo sabía. Prefería no pensar en eso.


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Tras un rato, Izuku se quedó completamente solo y en silencio, pues el otro hombre yacía muerto en un extremo del patio.

Nuevamente se encontraba solo en un espacio y tenía que mantener la línea de su cordura intacta, también debía soportar el frío de la nieve que comenzaba a caer.

Para distraerse decidió hacer un muñeco de nieve. 

Juntó un par de bolas de nieve enormes e hizo tres orificios para hacerle la cara. No podía ponerle brazos ni nada más, así que estaría incompleto.

Se quedó mirando de frente al mini hombre de nieve y vio como una nevisca le tapaba un ojo.

Clavó sus dedos índice y medio en la cabeza del muñeco de nieve para volver a hacer su ojo, pero accidentalmente terminó destruyéndolo por la torpeza de sus entumidas manos.

Al ver cómo la nieve de su creación se desplomaba no pudo aguantar sus ganas de llorar de frustración; su respiración no le permitía sollozar, se volvía rápida y superficial. 

La piel de sus desnudos brazos comenzaba a erizarse; Izuku frotó sus brazos con la fría palma de su mano para darse un poco de calor, pero los escalofríos que sintió no lo dejaron.

"¿Me está dando hipotermia...?”

Había investigado sobre eso una vez, aunque no recordaba mucho sobre la investigación  porque era la tarea que hizo para Ryuichi.

Había escuchado lo mortal que podía llegar a ser la hipotermia. 

"¿Me voy a morir aquí?"

Con el frío congelándole hasta la sangre, Izuku se decía a él mismo que iba a morirse de hipotermia. Empezaba a asimilarlo.

"Ya casi juntaba una gran cantidad de dinero... estuve tan cerca..."

Pero la idea de morir lo alivió un poco.

___________


El sol se había ocultado ya.

Izuku seguía enfriándose luego de haber tocado la puerta incansablemente.

No quería rendirse y siguió tocando, pero nadie regresaba para abrirle.

Cuando creyó que seguiría congelándose, una sensación de calidez invadió su cuerpo; había dejado de temblar y parecía que se estaba recuperando, pero la nieve había empezado a aumentar... no tenía sentido que de repente entrara en calor.

"¿Qué está pasando?"

El frío desapareció por unos minutos, pero su corazón latía con velocidad.

Continuó tocando la puerta por un rato más hasta cansarse.

—¡Abran! ¡Por favor!

"No da resultado..."

Reprimía sus lágrimas porque seguro solo le daría más frío.

Miró a su alrededor mientras pensaba en algo que hacer y se topó con el cadáver del hombre de hace un rato.

"¡Su ropa!"

Aunque ya no tenía frío, corrió hacia el montón de nieve que empezaba a cubrir el cadáver del sujeto y apartó con sus manos la blanca mini montaña.

—Usted ya no puede sentir nada.

La idea de arrancarle las prendas a un muerto no le agradaba, pero sabía que iba a necesitar ropa extra.

Manchando sus manos de sangre, le sacó la ropa al cuerpo del hombre; la tela estaba húmeda de sangre y nieve, pero le sería de utilidad.

Un violento escalofrío le golpeó el cuerpo, obligándolo a soltar la prenda y caer entre la nieve del suelo.

De repente todo el frío había regresado, solo que con más intensidad.

Estiró sus brazos para alcanzar el uniforme, pero sus músculos no le respondían como quería; sus movimientos eran lentos y costosos.

Los efectos del frío en su cuerpo ya estaban trabajando.

—¡Tengo que alcanzar...!

Miró su piel que se estaba tornando pálida. Se asustó y empezó a retorcerse entre la nieve para alcanzar la prenda.

—¡¡¡NO LA ALCANZO!!!— forzó a su ronca voz a gritar.

Sus lágrimas le empañaban la vista, pero él seguía intentando alcanzar la prenda color crema.

"No... ¡no quiero morir aún! ¡Tengo que esforzarme aunque sea un poco!”

Estiró su brazo hasta lastimarse. Las yemas de sus dedos alcanzaron a rozar la tela, así que estiró más hasta prensar entre sus dedos el trozo de tela.

—Tengo... tengo que...

Pero ya no podía sentir los brazos.

"¿Qué hago?"

—Te-e— su garganta no le permitía articular palabra alguna.

No podía concentrarse y estaba confundido. No sabía que estaba pasando ni en dónde estaba.

Esas eran las consecuencias de la hipotermia.

Su piel... el tono azul de su piel había aumentado un poco más.

De un momento a otro, la oscuridad se había visto alumbrada por una pequeña llama de fuego.

Si hubiera estado en sus sentidos, Izuku hubiera escuchado los pasos en la nieve que se aproximaban hacia él.

Por el cabello sobresaliente, la persona que recién había llegado podía imaginarse quién era, por eso empezó a quitarle la nieve de encima rápidamente y lo sostuvo entre sus brazos para ver mejor su rostro.

—¡Midoriya!

Lo cargó con cuidado y se lo llevó lo más rápido que pudo hacia el ala dos, lanzando pedazos de hielo a quién fuera que se interpusiera en su camino.


 

La temperatura de su cuerpo ya se había nivelado, el tono de su piel había vuelto a la normalidad y sus ojos empezaban a abrirse.

—Midoriya, me alegra verte despierto.

Se dio cuenta de que estaba tapado con tres cobijas gruesas.

—¿Doctora Naomi?— su voz aún estaba ronca.

—Así es, Midoriya.

—Estoy vivo...

—Todoroki te encontró y te trajo aquí. Tienes demasiada suerte— aunque Naomi sabía que Todoroki siempre se encargaba de cuidarlo desde lejos.

Izuku miró a la doctora, quien lo veía con una expresión de alivio y felicidad.

—Está vez pensé que ibas a morir. ¡Me diste un gran susto! 

La vida le volvía a dar una oportunidad y ya no sabía cómo sentirse.

Empezó a llorar, no pudo evitarlo.

Sus lágrimas que caían por sus mejillas... aún estaban frías.

"¿Todoroki-kun salvó mi vida...?”

No sabría qué palabras iba a usar para agradecerle a Todoroki la próxima vez que lo viera.

Que salvara su vida disipó todas las dudas que aún le quedaban sobre el bicolor. Nunca nadie lo había ayudado tanto. 

Se dejó llevar por esa esperanza, pues era su único consuelo, era lo único que tenía para seguir con vida.

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