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12. La intervención

Disclaimer: Este es un fanfic sin fines de lucro, algunos personajes pertenecen a Kohei Horikoshi pero la historia es de mi propiedad.



Hace un tiempo...


—¿Qué prefieres?, ¿chupársela a Ryuichi o ser devorado por unos caníbales?


Por supuesto que escogería a los caníbales, cualquier cosa parecía mejor que algo que tuviera que ver con su sucio acosador.


—L-Los caníbales...


Después de decir eso, le hicieron cortadas en el estómago y lo obligaron a darles sexo oral.

Esa fue la primera vez que algo así sucedió.

Izuku se quedó tirado a mitad de unos baños abandonados, lugar donde Ryuichi acostumbraba a molestarlo.


Con pesar trató de olvidar aquel recuerdo y el tiempo pasó.

Ahora se encontraba encerrado en una habitación, rodeado de verdaderos caníbales; y entonces se arrepintió de no haber escogido el pene de Ryuichi, porque tal vez si lo hubiera escogido, el destino no lo estaría envolviendo en este enredo de circunstancias que probablemente lo llevarían a ser comido vivo.


El hombre escuálido se estaba comiendo a mordidas al pobre hombre del piso. Luego había agarrado un cuchillo y le había cortado las orejas para después soltarle navajazos en los muslos.

La desgraciada víctima gritaba a los cuarto vientos por el inmenso dolor que sentía; sus alaridos le pondrían la piel de gallina a cualquiera por lo terribles que eran.


El pobre Izuku se tapaba los ojos con las manos, pero Tomura, quien lo abrazaba cariñosamente por detrás, jalaba sus muñecas, obligándolo a presenciar el acto más enfermo que ha visto.

Aunque intentara apretar los párpados para dejar su vista en negro, un par de manos sueltas jalaban sus pestañas y abrían de par en par sus ojos, lastimando sus globos oculares.


En los brazos del peliazul, Izuku lloraba y suplicaba que se detuvieran; no soportaría seguir presenciando todo eso.


—Shhh, se que dije que era tu turno y debes estar impaciente, pero Batracio también tiene derecho a divertirse— le susurró la voz del jefe en el oído, lamiendo su oreja y provocándole escalofríos.


La tortura hacia la cucaracha y el suplicio de Izuku continuaron por unos interminables minutos llenos de dolor, gritos y sangre.


Aunque por muy terrible que fuera la imagen del pobre hombre siendo comido vivo, deseaba en lo más recóndito de sus deseos egoístas que el sufrimiento del sujeto nunca terminara, porque sabía que en cuanto acabaran de satisfacerse con toda la piel, músculos y huesos del individuo, sería su turno, y ahí de veras iba a perecer.


Aún había algo que no se esperaba, jamás creyó que lo forzarían a participar.


—Vamos, ratoncito, acércate— lo llamó Batracio, con sangre entre los dientes y los ojos llenos de deseo. Con esa pose, el sujeto parecía haber salido de una imágen del experimento ruso del sueño, que vio Izuku una vez en internet.


Sus piernas temblaban como las de un ciervo recién nacido y sus pantalones goteaban la orina que había soltado hace un momento, cuando se levantó y caminó hacia dónde estaban llamándolo.

Su mente estaba en blanco, no sabía lo que estaba haciendo; se encontraba tan asustado e impactado que siguió lo que su descontrolado cuerpo le pidió hacer.


—¿Para que lo llamas?— preguntó Rata


—¿No creen que sería buena idea que nos ayude antes de que el jefe se lo coma?, es una forma de 'prepararlo' mejor para lo que viene.


A lo que se refería era a que, si se encargaban de romper poco a poco cada pieza de su débil e innecesaria cordura, a la hora de cortarlo en pedazos y prepararlo como alimento, sería más divertido verlo caer ante la locura que sembrarían en su ser. En términos de cocina, sería algo así como "ablandar la carne para una mejor cocción".


Esa idea había emocionado a Tomura a niveles que no eran normales, por lo que no tardó en aceptar.


—¿Cómo te llamas, chico?— le preguntó el peliazul


—I-I-Izu-Izuku... Mido-Midoriya...


Shigaraki sonrió, tenía un nombre perfecto para ese rostro.


Izuku fue empujado encima del hombre, que por desgracia, aún estaba vivo.


—Quiero que tomes este cuchillo y le arranques ese asqueroso y arrugado pene que tiene entre las piernas— le ordenó, entregándole un cuchillo de cocina—y si no lo haces, ya verás cómo te va, cabeza de brócoli.


No le pudo haber asignado una mejor tarea. Para Tomura, los genitales eran las mejores partes para arrancar, pues la comida gritaba como nunca antes por el insoportable dolor, y eso era lo más excitante.


El peliverde sujetó el cuchillo entre sus manos que aún temblaban. Dirigía su mirada al carnoso miembro del hombre mientas este lo miraba, ya sin suplicar y con la mirada caída, se había resignado a lo que le iba a pasar.


Izuku no podía hacerlo, no iba a hacerlo; nunca en su vida haría algo así, era impensable, inhumano; por nada del mundo lo haría.


—No puedo hacerlo...— soltó un pequeño susurro de tormento —Por favor, no me obliguen a hacerlo.


Eso era mejor para Shigaraki, pues ya se lo había advertido.


—De acuerdo, si no lo haces tú entonces lo haré yo.


Arrebató el cuchillo al chico de pecas y, con una calma impresionante... rebanó el pene del hombre de un solo tirón, como si de una salchicha se tratara, provocando que este gritara y se ahogara en un profundo mar de dolor y lágrimas. La sangre salpicaba de su entrepierna, así como su orina.


Ahora sí, Izuku cubría sus ojos con fuerza para que nadie le insistiera con observar. Estaba llorando, no podía soportarlo más.


—¿Tienes hambre?


Múltiples manos se dirigían hacia él, hasta que llegaron a su cuerpo; subieron desde su torso hasta su rostro para jalar sus brazos y obligarlo a ver, una vez más.

Más asustado que antes, Izuku se encontraba invadido por manos sueltas que sujetaban todo su cuerpo. Mientras, un pequeño grupo de manitas llevaba cargando el miembro recién cortado, como hormigas cargando en sus espaldas la comida que se acumularía para el invierno.


Era una vista de lo más perturbadora; manos cargando un pedazo de carne hacia él, mientras otras lo forzaban a abrir la mandíbula. Ya podía intuir lo que iba a pasar.


—Te haré probar, aunque sea solo una vez. ¿Has visto como engordan a los animales para comérselos?, pues tú caso es algo parecido.


Las manos no tardaron en llegar hasta su boca, entonces Tomura interfirió y lo que vino después fue asfixiante y desagradable.


Inmovilizado por las manos, Izuku tenía entre su garganta y boca, un pene recién arrancado que Tomura empujaba para hacérselo tragar.


Disminuyendo su sanidad de golpe, un terrible pensamiento cruzó por su mente: al final, el destino lo iba a obligar a ser comido por caníbales, y a realizar "sexo oral" de la manera más enferma posible. Nunca imaginó que las palabras de esos chicos dejarían tal huella en lo que le tocaría vivir.



—Oigan, ¿qué están haciendo ahí adentro?— tres golpes fuertes en la puerta de grueso metal, sonaron de repente, acompañados por una agradable voz que había interrumpido su hora de comer. —¿Puedo pasar?


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