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11. El dinero es el estiércol del diablo

Actualizado: 5 nov 2019

Disclaimer: Este es un fanfic sin fines de lucro, algunos personajes pertenecen a Kohei Horikoshi, pero la historia es de mi propiedad

El dinero es el estiércol del diablo


Este capítulo es muy largo, así que lo voy a dividir en tres o dos partes.


Espero que lo disfruten :)


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Shinso caminaba por los pasillos del edificio de administración.


"Bodega número seis"


Buscaba con la mirada la puerta con dicho número.


Tras dar un par de vueltas, por fin pudo encontrar el cuarto que buscaba.


Abrió la puerta y entró, encontrándose con Bakugou, quien llevaba un rato esperándolo.


—Tengo lo que me pediste


—¿Qué esperas?, entrégamelo


Bakugou levantó la mano, impaciente.


—¿Qué me darás a cambio por los documentos de este idiota?, conseguirlos fue muy difícil.


—Te daré tu miserable pago después.


Ahora Bakugou lo miraba de forma amenazante.


—Dámelos ya, o ¿acaso estás pensando en una forma de usar tu control mental conmigo?


—No, yo no soy tan idiota como Kaname o Midoriya.


Con un poco de inseguridad, le entregó los papeles.


El rubio comenzó a ojear los documentos, solo para cerciorarse de su autenticidad.


—Es todo, largo.


Shinso hizo caso y se fue inmediatamente, antes de que el líder de su ala se arrepintiera sobre no matarlo.


Volvió a su edificio.

Lo que más odiaba de cumplir con encargos era el tener que colarse al edifico de administración, pues aunque nunca lo descubrían, era una molestia.



"Me pregunto para qué querrá los papeles del imbécil de Midoriya..."


No veía ninguna utilidad en saber algo sobre aquel chico, pues solo era el juguete sexual de todo el grupo de bastardos de la sección A y era de esos típicos presos encarcelados sin motivo, por injusticias policiacas.


Aunque de algo podía estar seguro: Midoriya estaba en la mira de Todoroki y Bakugou, eso significaba que tarde o temprano, alguno de estos dos lo mataría y apostaría todo lo que tiene a Bakugou.




________________




—No olvides tomarte el antibiótico— decía la doctora Naomi.


—No lo haré.


—Y si vuelves a sentirte mal, recuerda que puedes venir cuando quieras.


—Gracias.


Antes de salir por la puerta, Izuku dudó.


Durante toda su estancia en la enfermería siempre quiso preguntar una cosa a la doctora Naomi, pero tenía miedo de escuchar la respuesta.


Aún así, se armó de valor y habló...


—Doctora Naomi... ¿puedo preguntarle algo?


—Sí, por supuesto— dijo amable.


Quizá debía creer en Bakugou, en lo que éste le había dicho sobre Todoroki.

Aunque el rubio no era de fiar, Izuku sabía que Naomi era diferente.


—Todoroki, el líder del ala dos es... ¿es verdad todo lo que se dice sobre él?, ¿es alguien en quien puedo confiar?


Unos segundos de silencio siguieron a su pregunta.


—Él es un criminal— le respondió —Pero no es esa clase de criminal. Su perfil no es el mejor, pero en un lugar como este yo diría que es una persona decente.


Nuevamente, las palabras de esa mujer llenaban al chico de esperanza.


—¿Entonces puedo confiar en él?, ¿lo que Bakugou me dijo era una mentira?


—Sí.


Dos letras eran suficientes, después de eso no dijo nada más.



Deku se despidió de la doctora.

Luego de todo un mes a su cuidado, ahora sabía que había otra persona amable en ese podrido lugar y su confianza en Todoroki había regresado.


Al abandonar aquella blanca habitación, sintió un terrible miedo que comenzaba a presionar su pecho, las manos le temblaban y el estómago le decía que estaba nervioso.


Ahora tendría que regresar al ala uno...

No quería volver a encontrarse con aquellos hombres que lo pisoteaban y humillaban una y otra vez.


Comenzó a recordar todo lo que le habían hecho, la forma en la que utilizaron su boca y otros orificios de su cuerpo para obtener placer a costa de su dolor, las veces que le quitaron su comida o lo hacían comer del piso, como lo obligaban a morirse de hambre, todos esos golpes y demás humillaciones que habían hecho de su vida un verdadero infierno....


"No quiero volver" se aferró a ese pensamiento.


Volvió a sentir esa frustración de semanas atrás, esa que creyó haber olvidado.

Su temblor se volvió más frenético y agresivo, le impedía reaccionar.


"Todo volverá a ser igual"


Con la doctora enfrentó muchas cosas, pero no se preparó para regresar.


—Daisuke, no quiero volver...


Comenzó a jalarse el cabello con todas sus fuerzas y a clavar sus uñas en su cuero cabelludo; sus temblorosas manos dejaban su piel irritada. Estaba ansioso.


La misma desgracia que lo aplastaba antes, ahora lo torturaba, causándole ganas de arrancarse la piel.


Quería morirse, otra vez.


"¿¡Que puedo hacer!?"


Estaba destinado a vivir el infierno y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.


—¡Quiero irme de aquí! ¡DAISUKE!, ¡yo no lo maté!, ¡¡¡SÁQUENME DE ESTE LUGAR!!!


Empezó a llorar, gritar y a retorcerse con euforia, dándose topes en la pared.


Hacía daño a su cabeza, en un intento por recuperar la cordura, aunque no estaba seguro si era por eso o intentaba morir.


—¡DAISUKE!— llamó a su fallecido amigo, con la esperanza de poder revivirlo.


—¿¡Que te sucede!?— la doctora Naomi salió rápidamente y lo miró.


Aizawa se aproximaba con Kaname y se habían encontrado a Izuku llorando en medio del pasillo.


-—Qué le pasa?— preguntó Kaname


—Cálmate, Izuku.


—Da- Daisuke...


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Había tenido un descontrol de ansiedad y le tuvieron que dar medicamento para evitar que sugiera golpeándose contra la pared.


—¡Pudo haberse matado de traumatismo encefálico!


—No voy a seguir perdiendo el tiempo con Midoriya, no se murió, así que está bien.


La doctora Naomi insistía con que Izuku necesitaba atención psicológica y médica, aún así, no se le iba a brindar, simplemente porque Aizawa no tenía interés en la salud de los presos, porque el mundo no era así de “bueno”


Pasaron dos horas para que Izuku se calmara.


Ahora iba de vuelta al ala uno, para llegar justo a la hora del descanso en el patio de receso.


"No quiero volver"


Quería negarse a avanzar, pero sus pies seguían a Aizawa. Sabía que no podía escapar por mucho que lo deseara.


— Estuviste ausente un mes, te van a dar una agradable bienvenida— Estuvo apunto de salir corriendo cuando el guardia abrió la puerta —Largo.


Le dio un empujón al ver que se negaba a salir.

Y ahí estaba otra vez, parado frente a una bola de presos que lo observaban.


Se sentía como un miserable ratón en medio de un callejón repleto de gatos callejeros.


—Nuestro brócoli ya regresó.


El primero en notar su presencia fue un hombre de cabello castaño, Izuku no conocía su nombre, pero solo bastaba con que escuchara su voz para que lo reconociera; era el hombre que siempre usaba su cuerpo para jugar, y sabía bien que era su juguete favorito.


—Bienvenido, te estábamos esperando.



___________________________



Aizawa se había negado a permitirle volver a la enfermería, obligó a Izuku a volver a su celda.


Cuando entró a su celda se encontró a Bakugou, quien estaba acostado en la cama inferior de la litera.


—Así que ya regresaste.


—Bakugou... ho-hola...


—Pensé que ibas a morirte, y cuando vi a esa bola de escoria a punto de llevarte a los baños también lo pensé, pero aquí estás, después de todo ese infierno.



—También pensé que me iba a morir, aunque aquí estoy.


Inmediatamente, el rubio ignoró su presencia y se dedicó a lo suyo.


El peliverde con pecas tomó asiento en el piso, como solía hacer antes.

Después del acoso y miedo que sintió, así como de su ansiedad, se había calmado con ayuda de la tranquilidad de la celda.


Quería volver al hospital a ser tratado bien una vez más, porque nadie lo trataba así.

Se sentía solo y ahora que había asimilado su irreal situación, Daisuke no podía salir de su cabeza.


Entonces recordó lo que le había dicho Todoroki sobre comprar protección. Necesitaba comprarla, pero no tenía dinero y no sabía cómo conseguirlo

Le habían hecho ofertas, si daba su cuerpo a cambio de la protección, pero nunca haría algo así.


"Con o sin protección, tomarán mi cuerpo, no me serviría de nada

Todoroki... el podría ayudarme"


No le había quedado claro si el precio a pagar por la protección de Todoroki también era su cuerpo, aunque lo dudaba, pues su amigo no era ese tipo de persona, la doctora lo había confirmado.


Solo bastó con que se convenciera a si mismo de que Todoroki no era así y que nunca le haría nada malo, porque su único amigo en la actualidad no podría ser así.


Confiaba ciegamente en Todoroki, pues tenía motivos para hacerlo.


"Todoroki podría protegerme si le doy una buena cantidad, estoy seguro de que incluso podría hacer que me cambiaran al ala dos... para estar a su lado.

La cuestión es el dinero"


Se decidió en dejar caer todas sus crecientes esperanzas en aquel chico bicolor.


—¿B-Bakugou?


—No me hables, escoria.


—Por favor escúchame un momento...


—Cállate, o ¿es que quieres volver al hospital?


—Sí... quiero decir... no. Solo intento preguntarte algo.


Bakugou lo ignoró.


—Podría ser que tú... bueno, yo... ¿podría hacer algo por ti, un trabajo o algo así, y que me dieras un poco de dinero a cambio?


Esa propuesta consiguió llamar la atención del rubio.


—Me interesa, sigue hablando.


—Sí... necesito pagar protección y... — pensó dos veces si decirle sobre Todoroki o no —solo necesito conseguir dinero. ¿Hay algún trabajo que puedas darme?


"Este pedazo de mierda...", pensó el rubio, emocionado por la propuesta del chico.


La sonrisa en el rostro de Bakugou le decía que quizá era una mala idea, pero el dinero era su única esperanza.


—Tengo un trabajo que hasta un Deku como tú puede hacer.


—¿De verdad?


No creyó que funcionaría.


—Sí. Si lo haces bien, te daré una gran cantidad. Acércate, te diré lo que tienes que hacer.


"Eres más interesante de lo que pensé, Deku”




 



Izuku estaba recorriendo los pasillos de la prisión, intentando llegar al edificio de administración, que estaba situado justo después de todas las cinco alas de prisioneros.


Pasar por el ala dos había sido una tarea fácil, pues Todoroki lo dejó pasar sin más.

Ahora tenía que pasar por el resto de alas.

Bakugou le había advertido que pasar por esos lugares no sería fácil, pues el jefe del ala tres era un loco desquiciado, en al ala cuatro tendría que pagar una cuota y el ala cinco era de máxima seguridad.


Ahora estaba situado en el ala tres, en donde nunca antes había estado.

Había pasillos angostos y grandes ventanas con barrotes gruesos en ellas.

El piso y las paredes estaban sucios, eran de un color café oscuro, con toques de negro. Ni siquiera el ala uno era tan sucia.


—¿Quien eres tú?


Estaba en medio del pasillo cuando alguien lo descubrió rondando por la seccción C.


—Ah... yo...


Era un hombre flaco, escuálido en extremo, con los pliegues de la piel tan delgados como una hoja de papel, era calvo, con la cara ceniza, sin playera y con los pantalones rotos. Se podían observar múltiples cortaduras y heridas en su huesudo torso.

Lo miraba con sus penetrantes ojos marrones y grandes, era una mirada ansiosa y desesperada, como cuando él solía mirar a la comida que raras veces podía ingerir.


—Veo que tenemos a un pequeño intruso. ¿Que te trae por aquí, amiguito?


El sujeto tenía tics en los ojos, y su rostro provocaba escalofríos.


"Esto es malo"


—Ven conmigo, pequeño ratoncito. Estoy seguro de que el jefe va a divertirse mucho arrancándote las entrañas— le dijo muy animado, sacando su larga lengua que parecía la de un sapo.


El sensor de 'peligro' se activó en el pecoso.


El hombre escuálido lo tomó del brazo, con su flaca y fría mano, jalándolo con fuerza, se lo llevó hacia lo más profundo de las celdas.

Intentó soltarse, pero las manos del hombre eran pegajosas y no podía despegar su piel.


Caminaban por un pasillo que parecía no tener fin.

Todo estaba muy oscuro, incluso juraría que el sol se había ido y en su lugar estaba la luna, que no alcanzaba a iluminar ese horrible lugar.


Un fuerte olor a fierro y a podrido invadió su nariz.


La respiración de Izuku se hacía cada vez más inestable, pues estaba asustado por ver el lugar al que lo llevarían.

Intentó soltarse de aquel agarre múltiples veces, pero su piel seguía pegada.


Llegaron a una puerta de metal de gran tamaño. Podía reconocer que lugar era, estaban frente a la celda de aislamiento; hay varias en cada ala.


—Jefe, ¡le traigo carne fresca!, por favor déjeme entrar.


El esqueleto andante dio un par de golpes a la puerta.


—¡Lárgate, Batracio!, ¡el jefe está ocupado!


—Vamos, Rata, déjenme pasar, le traigo algo especial al jefe. Encontré a un chico.


La puerta de metal se abrió, provocando un chirrido agudo que erizaba la piel.

Ambos fueron recibidos por un hombre alto y robusto, con la cabeza completamente afeitada y una larga cicatriz en todo el largo de su ojo izquierdo.


—Pasa, pero más te vale que no nos hagas perder el tiempo— sus dientes eran enormes y afilados.


Izuku fue llevado al interior de la habitación.

Estaba aún más oscuro, la única luz era la de un par de velas que estaban situadas en una esquina del cuarto.

El olor a hierro y a podrido se había hecho aún más fuerte.


En el fondo de la habitación alcanzó a divisar una figura humana, era un hombre que estaba sentado en algo que no podía ver bien; estaba observándolo.


—Y bien, Batracio, ¿que es lo que me trajiste?


—Tengo a este chico. Mírelo, su piel es muy blanca, sus mejillas son suaves y tiene ocho preciosas pecas, es de esbelta figura y sus ojos son muy grandes. Su cabello parece un brócoli, además es joven, le calculo que tendrá unos quince años. Es toda una rareza.


—Acércate, muchacho— le dijo el hombre que abrió la puerta. Izuku intuyó que él era 'Rata'.


No reaccionó y se quedó ahí parado, recibiendo un empujón hacia el jefe.

Al ver al hombre más de cerca se percató de que tenía cabello azul claro y había una pálida mano en su rostro, abarcando la mayor parte de su cara; únicamente sus ojerosos y arrugados ojos se escapaban de entre los dedos de la mano.


Bakugou le había hablado de esa persona, era Tomura Shigaraki, el líder del ala tres; anteriormente había sido muy relevante en la cárcel hasta que Bakugou y Todoroki llegaron.


Se acercó más a él y Tomura acarició su frente para después tomarlo por la cintura y pasear sus dedos por su estómago, haciéndolo sentir nervioso e incómodo.

Lo exploró de pies a cabeza y rasguñó sus orejas con las uñas, ansioso por arrancárselas.


—¿Cuántos años tienes?— le preguntó Tomura


—Tengo 16 años...


—Vaya que eres joven. Y ¿de dónde sacaste a este apetitoso manjar, Batracio?


—Lo encontré rondando por los pasillos de la sección C, parece que viene de otra ala— El flaco soltó una risa extraña.


— ¿De qué ala vienes?


—D-De la uno— respondió asustado.


Tomura se sobresaltó al escucharlo.


—Así que eres un esbirro de Bakugou.


El hombre peliazul empezó a reírse, fue una leve carcajada al principio, pero poco a poco se fue tornando a una risa desquiciada; dejó salir toda su locura en múltiples carcajadas eufóricas y fuertes, que aumentaban los nervios de nuestro pecoso.


— ¡No sabes cuánto voy a disfrutar despedazándote!, te voy a sacar los ojos, te voy a arrancar la piel de esas rosadas mejillas, al igual que tus orejas!, ¡¡¡Y ME LAS VOY A COMER EN LA CENA!!!


Bakugou también le había mencionado que el ala tres estaba repleta de caníbales.


—¿Qué hay de mí, jefe?, ¿podré comérmelo también?


—No, está vez no. Este chico es de carne blanda, de buena calidad, lo quiero todo para mí.


—P-Pero jefe... el trato... ¡creí que teníamos un trato!


—Descuida, Batracio. Hiciste un gran trabajo hoy, así que voy a recompensar tu esfuerzo.


Tomura se levantó de su asiento, revelando la presencia de alguien más.


Había un hombre desnudo, con las manos y los pies atados para que no pudiera moverse.

El líder había estado sentado encima de él todo este tiempo.


—Te daré de comer, Batracio.


Rata le entregó un afilado cuchillo al peliazul.


—Escoge, ¿las manos?, ¿la cabeza?, podría ser ¿una pierna?


—¡Las manos!, jefe, ¡las manos!


—De acuerdo— Suavemente lamió el cuchillo y se giró hacia quien estaba en el piso —Oye, despierta, dormilón— dijo, golpeando al sujeto.


El hombre del piso empezó a retorcerse desesperadamente.


—Ya es hora de comer.


—¡Por favor no, jefe!, ¡se lo suplico!


—Ya es tarde, Cucaracha.


—¡Perdóneme!, ¡por favor!


—Al menos servirás para saciar el hambre de Batracio, deberías estar agradecido, tu inmunda sangre ayudará a este pobre diablo.


Tomura se puso en cuclillas frente al hombre.


—¡No!, ¡jefe!


—Rata, ayúdame a agarrar a este sujeto.


El hombre del ojo lastimado tomó a quien sería el futuro alimento de los brazos, presionándolo con fuerza para dejar sus manos al alcance de Tomura.


—Pudiste haber disfrutado a este chico con nosotros, pero se te ocurrió traicionar mi confianza y te largaste a hacer negocios con Bakugou. Me decepcionas, Cucaracha, creí que podía confiar en ti.


—Voy a cambiar, jefe, ¡se lo aseguro!, ¡mataré a Bakugou con mis propias manos!, ¡por favor no me mate!


—Las cucarachas no mueren tan fácilmente, pero les puedes arrancar las patas.


Sin previo aviso, Tomura clavó salvajemente el cuchillo en la muñeca izquierda del hombre, quién gritó a los cuatro vientos del dolor.


—No le arranque los dedos, jefe, yo quiero hacerlo con mis dientes— dijo Batracio.


La primera cortada no había sido muy profunda, así que sin rechistar, volvió a clavar el cuchillo, haciendo un corte mejor.

De un solo cuchillazo había logrado cortar toda su muñeca.

La sangre salía a chorros de las venas de aquel hombre.


El líder del ala tres prosiguió a cortar la mano derecha, sin cuidado y con una fuerza increíblemente brutal, pero no había salido como lo planeó, pues la mano aún seguía pegada al brazo.

El pobre hombre gritaba, secando su garganta.


—Las malditas cucarachas son muy resistentes, eso es molesto.


Tomó la muñeca entre su mano y haciendo uso de su particularidad, la desintegró para poder desprenderla.


El hombre gritaba y sollozaba sin parar.


Tomura tomó las dos manos y las arrojó hacia Batracio.


Batracio sonrió sádicamente, estaba ansioso por degustar su alimento, pues, al igual que Izuku, no comía muy seguido.

Sujetó las manos y pegó un fuerte mordisco, desprendiendo un gran pedazo de carne y saboreándolo entre los dientes y la lengua; no era suficiente, estaba muy hambriento, así que saltó hacia su platillo humano y comenzó a lamer la sangre que salía de las manos arrancadas, con su larga lengua de sapo.


Izuku estaba horrorizado; había mojado sus pantalones del miedo y estaba a mitad de otro ataque de ansiedad; cubriendo sus ojos con sus manos temblorosas, para dejar de presenciar la escena.


—Muy bien, pequeño ratoncito, es tu turno.


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